la ceremonia del calor
Las mujeres y
los hombres
todavía
mueven fragmentos de sus islas
Xavier
Valcárcel
I
Poco antes de
que la luz declare la mañana el calor restaura los cuerpos congregados… de
espaldas a la tierra, lo que en la hisla
(¡Oh Gallego y tus amores sepúlvedos!) es estar frente al mar. En trance dilatado se disfruta de las
máscaras, de las músicas. Una mano susurra, un hombro sugiere esperar… los
muslos entrelazados, un costillar abierto, el triángulo crespo y oloroso que invita
a retar los relojes, la otra mano hace un rápido inventario en los ceniceros y
rescata residuales, la piedra muerde la rosca o la cabeza negra raspa contra la
caja y entre la buena resaca somos diferentes; nuevos. Somos caribes,
susceptibles siempre a la caída. La palabra en nuestra boca se acorta en
suspiros y se alarga en imágenes. Siempre inventando. Siempre dudosa. Somos
dioses, cayendo renovados, fraternales y hermanos, sabiéndonos dueños del fiat que da origen a los acentos.
En Restos de lumbre y despedida[1]
Xavier Valcárcel acorta la distancia entre las islas, lo que cuestiona la idea
del Caribe como paraíso de postalita. Xavier escribe Caribe con una cercanía demoledora y con actitud íntima,
microscópica, describe el espacio de lo que duele: No es sólo despertar / Es descubrir que el país se volvió un fósil en
la voluntad de los amigos (…) Ahora
lentejuela deslucida / Según se ha hecho visible la carencia. En esta voz
se intuye un deseo abarcador. Si bien las islas flotan, algo las conecta y las aleja
profundamente. Me consta que él ha buscado esa totalidad, tanto física como
metafóricamente. Esta poesía sabe del peligro tras la metáfora del sol y la
sal, sobre todo cuando la alternativa es un fin de semana todo incluido (¿Usted
es dominicano? ¡Conozco tu país! Fuimos a Punta Cana el año pasado). ¿Cómo
resuelve esto la poesía?
Leer a Xavier
Valcárcel es referirse al archipiélago. El chico sorprendido de Palo de lluvia, anonadado ante tanto
verde y tanta agua sin frontera, escribe con una voluntad de cronista: hay un
paraíso, existe y está flotando a la izquierda de los Sargazos; un puñado de
oro, miel de ron, guanábanas y azufre. Pero el tipo que escribe ahora tiene a
ese niño agarrado por la nuca. Lo que hay es temeridad, o sea, que no es miedo,
no es el terror que habla, Rodeado aquí
del mismo cáncer de algas y de agua / Reflexionando sobre acontecimientos y
noches pasadas / futuro se ve más como una elipse de circunstancias gordas y
muchas mariposas.
Hará un par
de años que entrevisté a Xavier Valcárcel a propósito de la edición de Palo de lluvia, para la que escribí un
texto. En aquella ocasión hablamos mucho de poesía caribeña y coincidimos en
Lezama, Pedro Mir, Angelamaría Dávila… Recuerdo que hablábamos de geografía y
biología en sus textos y él fue enfático en establecer la influencia (o la
tremenda referencia) que es Virgilio Piñera. Por supuesto que la entablamos
sobre La isla en peso y una tesis que
comprueba cierta unión cósmica entre las islas: Cuba, la Hispaniola, Borinquén.
Coincidimos en que visitar las tres significaría cerrar y expandir un extraño
círculo.
Esta
cosmogonía provee una relación para toda la escritura y una especie de guía de
lectura. Los textos hablan de la isla inmovilizada en el momento de los
adioses, cuando sus habitantes marchan a tierra firme, lo que es otra suerte de
deriva: Estaban sucias las postales,
irrumpía el polvo / volvieron a dolernos en los ojos los aviones. Los
textos hablan de la miseria colonial, del azogue, que es la ciudad reclamada
por barrios inmensos. El trecho entre la riqueza y los pobres se ensancha en
todo el mundo y de manera muy particular en el Caribe: una economía de remesa,
tránsito e industria del servicio y el espectáculo. Para escribir sobre ello,
Xavier recurre primero a la enumeración. Este no es un inventario arbitrario:
es la creación de un espacio individual, isleño, Pólvora. Droga. Colonialismo. Esa extinción. La huelga. El caos. El
bombardeo. El arte relacional. Stephen Hawking. El pan. La marihuana. La ida en
masa. En el Caribe está su aleph; el poeta debe colocarse en una situación
específica para traducirlo. Esta enumeración anuncia también la prosa poética
que aparece hacia la mitad del libro. El texto de inmediato me remite a Pedro
Mir. Xavier escribe,
Esto aquí es una elipse la verdad que azota al
crimen busca hoy la gloria el caos en la venta del madrugador goma de mascar
para rebajar si tienes entre 13 y 17 años este artículo en todas las tiendas
k-mart te va a gustar conecta hasta 5 equipos y sabrás quién es el candidato
y próximo alcalde chevrolet Toyota kia
por nosotros es la diferencia.
Algo que hace
interesante lo anterior es la puntuación, la idea del soliloquio o el torrente
de ideas. Esto en Pedro Mir, específicamente con la novela Cuando amaban las tierras comuneras[2],
puede leerse como un intento de recurrir al ritmo de la palabra hablada, la
rapidez y las fronteras imaginarias de la oralidad. A esta intención
totalizadora, Xavier le añade la función creativa: con tanto nombrar consigue
negar que la isla es Babel, establecer que hay una conexión pero a la vez una
individualidad, lo que es un rasgo muy particular del Caribe: Mi ultrasimplificación. La complejidad de
los lenguajes naturales. Símbolos en vez de flores. Un escape de la condena a
la programación. Antibabeles. La eliminación de toda alternativa imaginaria.
II
¿Es acaso la verdad un nombre?
¿Es acaso la verdad un verso?
¿Son nuestros nombres verdades
o son acaso versos nuestros nombres?
Xavier Valcárcel
La noche del
Caribe: siempre sufrida y disfrutada, hecha recuerdo sublime entre aromas de
café y la balacera en las avenidas. Todas las mañanas se recuentan los caídos,
que de vivos pasan a ser carne del código binario; la calculadora de la muerte.
Una, uno más. Aquel niño de agua y este poeta de plexo solar no son tan
lejanos. Siempre han compartido el temor de que la memoria del abuso y la
violencia se nos haga cotidiana: Gente
que muere a la deriva, velones de todos los colores / Gente obstinada en el
servicio del dolor. La misma carne, aquella lluvia, ofrendas al mar / Pueblos
debajo de sus bestias.
Rey Andújar
En Chicago – Abril 2014
La granja Salvaje
1. Varcálcel, Xavier. Restos de lumbre y despedida. San Juan: Erizo Editorial, 2012.
2. Mir, Pedro. Cuando
amaban las tierras comuneras. México: Siglo XXI Editores, S.A., 1978.
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